Ana, han pasado cinco días y últimamente me he sentido diferente. Al principio sentía una pesadez y un cosquilleo en mi estomago, pensé que era hambre. Abrí el refrigerador y me comí tres sandwiches. Me calmó un poco, pero al rato volvió esa desagradable sensación. Me dio un poco de miedo al no sentir mis dos costillas del lado derecho, creo que algo en mi interior me está comiendo. Al día siguiente, le comenté a mamá lo que me estaba ocurriendo, pero solo me dijo que eran imaginaciones más y si seguía comiendo de esa forma iba a engordar. Me hizo huevos fritos otra vez y no creo, la verdad, que con eso logre calmar las ansias que tengo. Subí a mi habitación y me encerré en el baño, me desnudé y me miré al espejo. Me toqué la cara y me veía demacrada, tenía la piel seca y fría. Me abracé fuertemente para sentir un poco de calor en mi cuerpo, pero me tape la boca inmediatamente.

Sabes que odio vomitar, me lancé al lavamanos lista para trasbocar, espere un minuto y nada. Sentí unas pequeñas cosquillas en mi garganta, así que introduje mi mano derecha mientras mi mano izquierda sostenía la pequeña linterna que enfoca el interior de mi boca. Sollozando, solté la linterna y comencé a jalar, jalar y jalar, y pensé que nunca iba a terminar. Asustada cogí el bulto de cabello que salió de mi pequeño cuerpo y lo arrojé a la basura.

Necesito que me ayudes hermana, en este pueblo no hay suficientes médicos que traten lo que estoy contando, necesito a alguien en quien confiar y tu, hermana, eres la única persona que tengo.