No es dama que necesite de rosas, porque ella tiene Ocobos. Viste con falda amarilla, verde y rojo, si la danza es para un Bambuco o un San Juanero. No le importa las dietas, así que desayuna con tamal, almuerza con lechona, cena con insulso y cuando se le antoja come achiras y arepuelas. Mi rubia de piel panela se pinta la boca de vino tinto. Sus piernas son un cañón del Combeima en el que uno quisiera perderse setenta veces. Me enamoré de ella y de su cuello olor a café en la madrugada. Ibagué, como una hermosa mujer.
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