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Reinventarse: vuelve el debate periodístico

17/ABR/2019

Por: Juan Esteban Leguízamo

La salida de un centenar de empleados de CityTV el lunes 25 de febrero ha traído de nuevo el eterno debate: ¿deben las facultades de periodismo reinventar el periodismo que enseñan?

Resulta que Claudia Palacios, una de las periodistas salientes, publicó un video en Twitter en que insinuaba debatir si las redes sociales están suplantando el papel del periodismo, ahora que no parece haber distinción entre periodistas e informantes digitales. Y claro: a propósito del video que publicó, fue entrevistada en Blu Radio y confrontada su opinión con la de cinco decanos de facultades de periodismo del país. Estuvo caliente: como siempre que cada quien tira para su lado, y mira únicamente el error ajeno.

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El debate giró en torno a 3 puntos:

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  • ¿Quién es el culpable de los malos periodistas: las facultades o los medios?

  • ¿Deberá entonces el periodismo volverse un posgrado, la especialización de un área, para que el estudiante se prepare mejor?

  • ¿O acaso las facultades tendrían que enseñar el periodismo puro sin que interfieran otras disciplinas, porque el que mucho abarca poco aprieta?

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Claudia dice que los padres gastan mucho dinero y los egresados reciben muy poco después de salir. Que el periodismo es la punta de una pirámide y no una meseta donde hay espacio y plata para todos. Querida Claudia, ¿tu objetivo es informar con criterio o recibir cinco palos de sueldo?

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También declara, como quien se lava las manos, que nunca le han dicho qué decir y qué no en la sala de redacción. Que las audiencias sufrimos una paranoia por creer que todo es una conspiración de ellos, los medios, para no informarnos a nosotros, los ciudadanos, de lo importante. Y el problema sería ese, de no ser porque hay otro: no sabe sustentarse a sí misma, a sus afirmaciones responde con un ¡no!, y todo se queda en una declaración gratuita. ¿Ha llegado ella a proponer una investigación contra el poder, o se la pasa haciendo entrevistas light a figuras públicas?

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Los decanos tampoco develaron ningún secreto. Todos argumentan devolviendo la culpa: los medios son los que no han sabido adaptarse a las nuevas tecnologías, que las desbordan, y por eso pasa lo que pasa. Que dizque ellas, las facultades, ofrecen una formación integral y teórica, utilísima para enfrentar cualquier reto periodístico. Claudia había dicho, ¿acaso el noticiero empieza: buenos días, estas son las teorías de la comunicación, emisor, receptor, mensaje?

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Algunos de los decanos no respondieron aquello que les era contrapreguntado (qué horror que la cabeza de un programa de periodismo responda lo que no le preguntan), y otros sencillamente se remitieron al lugar común: que el periodismo es un resorte democrático dispuesto para informar la verdad a una sociedad atravesada por la información sin límites, y el dato gratuito. El problema no es ese, el problema es discutirlo tanto en las aulas y dejar así, para al final no hacer nada al respecto.

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Pero es justo en esas respuestas desatinadas donde se encuentra más o menos lo que Claudia defiende: una cosa es la teoría, y otra el resultado de la teoría en la práctica, y en muchos casos esos resultados han sido desastrosos porque los egresados de hoy no saben escribir una bendita noticia.

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La discusión me recuerda una frase de George Bernard Shaw: desde joven tuve que interrumpir mi educación para ir a la universidad. Las facultades de periodismo se enfrentan a una realidad que es más pedagógica que ellas mismas. Deberían saberlo.

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Y como una cosa lleva a la otra, también recordé a García Márquez: los periodistas se formaban en un aula, pero se forjaban en la sala de redacción, entre el crepitar de la máquina de escribir y la aventura de salir a buscar una nota para antes de hoy a las 6.

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Eso fue hace 50 años. Las maneras hoy han cambiado un poco: no hay que esperar al cierre de la edición, sino que ahora se puede publicar a cualquier momento, en un espacio democrático llamado internet que es altavoz de todos. Además, nuestro ejercicio se ha articulado junto al trabajo de diseñadores, diagramadores y publicistas para un mismo fin: comunicarnos con la audiencia.

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El rigor de siempre no desaparece, sino que se magnifica porque las redes no perdonan. Y si el problema es por la profundidad que no tiene la inmediatez (que gusta más a la audiencia), hay que enseñar que el periodismo lento también es coqueto y tiene sus encantos.

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Además, las redes sociales no desbancarán al periodismo. El periodismo se sirve de las redes para llegar a audiencias más jóvenes y ávidas de entretenimiento.

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Pero todo lo anterior no quiere decir que usted estudiante deba esperar hasta la práctica profesional para ejercer su oficio como un profesional. Debe descubrir lo que más le apasiona y comprometerle siempre su corazón. Debe ejercitarse tan pronto como pueda, no sólo en las aulas, sino también fuera de ellas: en el semestre y en vacaciones. Debe entender que junio, julio, diciembre y enero no pueden ser paréntesis para el que ha decidido encadenarse al noble oficio de informar, e informarse siempre.

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Tampoco sucederá lo que insinuaba Claudia: ¿se necesitan 5 años para ser periodista o se necesita volver el oficio una especialización, como en el método francés? Ni lo uno, ni lo otro. Porque el estudio del periodismo no acaba nunca (ni en 5 años), y el periodismo como negocio educativo tampoco.

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¿Acaso debe haber un divorcio entre el Periodismo y la Comunicación Social o áreas afines, para fortalecer contenidos por separado? El modelo sencillamente no va a cambiar después de años en construcción. Nadie está dispuesto a tantos costos. Yo soy un inconforme, como lo puede ser usted también, pero esa inconformidad no puede ser gratuita. Conviértala en algo, que no sea una queja, y sea parte de la solución, no del problema.

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Por último, el caballito de Troya: ¿las universidades gradúan gente mal preparada? La respuesta será siempre una verdad a medias (como las de Claudia, los decanos y la mía). Yo sólo diré que cada quien es dueño de la pequeña porción de destino que tiene en sus manos. Y ese destino se debe engrandecer cada vez más con una reinvención: no de las facultades, ni de los medios, sino de uno mismo.

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